martes, 16 de agosto de 2016

Lo mejor, la compañía.



Esta entrada, está dedicada a mi compañera de fatigas montunas, Paolilla.

Con un marranete en Doña Eva.


Parece mentira cuando nos conocimos, que lo mas cerca que habías estado del monte y la caza, fué viendo la tele. Jamás habías tenido curiosidad alguna por las cosas que atañen al monte. Los bichos, el calor, el frío, las palizas de andar o las horas y horas en un aguardo, ni lo imaginabas.

El muflón oro que fuiste siguiendo con los prismaticos para indicarme cual había que tirar.


Toda la vida en Madrid, esa infernal pero bonita urbe, donde cada vez mas tráfico, ruido, atascos infernales... tanto humano y todos están deshumanizados. Ni de lejos imaginaste que en un futuro, hoy pasado y presente, pasarías tantas horas conmigo, en el monte, y ya hasta te gusta.

Los dos en una junta cualquiera.


Recuerdo perfectamente la primera vez que viniste conmigo. Torpe de mi no supe elegir la ocasión como los padres hacen llevando por primera vez a sus críos a sitios cómodos, sin frío y muy seguros en lances. Dentro de lo que se puede asegurar la caza cuando es caza, cuando es salvaje.

Pasando fresquillo tras los corzos Abrileños, pero juntos.


 Para que no se escarmienten dicen esos padres, "que el niño vea caza", "que no pase excesivo frío", "que no se aburra", yo que sé...Pues no. Te tuve que llevar de aguardo de cochino a Burgos, en Septiembre. Momento muy agradable para mi, muy acostumbrado al frío de verdad, pero que para tí fue terrible, temblabas como un perrillo acurrucada sobre mi hombro. Además tampoco busqué esa seguridad en el lance pues nos pusimos al paso, como los valientes, sin comedero, ni baña, simplemente en una trocha que tenían muy tomada los cochinos y que descubrí en los ultimos recechos de corzo de Agosto, pleno celo del capreolus.

Con el amigo Venancio en Badajoz.


Como aprendiste a ver la caza en el monte. Recuerdo al principio que tenías un venao parado a 50 pasos y ni señalandotelo yo eras capaz de verlo y ultimamente ves mas la caza que yo casi. ¡Cuantos corzos han caido porque tu me los has señalado! ¡ Cuantas veces has escuchado al cochino en el monte pasito a pasito  con todo el ruido de la rehala y la algarabía alrededor ! Ahora monteando eres mis oidos, pues yo estoy algo cortillo de ese sentido. Tantos tiros de mi padre cerca de mi oido y despues los míos, me han dejado a medio oido la verdad.

El día que estrenaste la AYA del .20 tirando tórtolas.


He intentado infinidad de veces que tiraras  la caza, de hecho un rifle te compré, plastico, pequeñito, del .308 para que el culatazo no te molestara y la fantastica AYA del .20 que como el rifle, no te da la gana de usar...La verdad creo que se porque no lo haces, porque no quieres matar y prefieres seguir acompañandome, ayudandome.

En la umbría de Las Trampas ¿ Te acuerdas no ?


Se que las "excusas" que me dás como que tienes miedo de balear a alguien o de herir la pieza, siendo en parte verdad son eso. Excusas. Se muy bien que lo que te pasa es que tu gran corazón no te permite hacer daño, ni mucho menos matar a un animal. Y yo te entiendo y respeto ¡ No faltaba mas!

Buen puesto en los riberos del Almonte.


Me has acompañado y lo sigues haciendo de aguardo, rececho y montería y has tenido los cojones de venir tambien entre otras, a una de las cacerías que sabías me ilusionaban pero que por su dureza, lejanía y salvajismo, no eran sitio para tí. Aquellas montañas perdidas y reconditas de Turquía, junto a Siria no son sitio para tí, pero allí estuviste a mi lado, como siempre y subiste a todos los montes y te pusiste en todos los puestos...

En Cáceres, con un buen pavo.


Se que TODO lo haces por mi. ¡GRACIAS PAOLILLA!


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